LO IMPOSIBLE
El trailer de la película dejó claro que el realismo salvaje de la llegada de la ola a la costa lo marcaba todo. Había que trasladar esa ola gigantesca a la portada. Hacerlo con dibujo resultaría flojo, sin tensión. Fotografiar agua estaba descartado: el resultado sería frágil, inconsistente y, casi con seguridad, ineficaz para trasladar la idea de fuerza y destrucción total.
Lo ideal sería hacer que la portada se volcase sobre ella misma, haciendo las veces de ola gigantesca. El texto aparecería como restos del fondo marino, tamizado por el paso del agua. Un par de bocetos para el fotógrafo, Ángel Becerril, con la ola partiendo de dos ángulos diferentes dejaba claras las intenciones. Sin embargo, era más convincente el modelo en el que la cabecera estaba involucrada en la ola. Si el tsunami se llevaba todo por delante, era fundamental que se llevase a también nuestra cabecera.
La pelota, en este caso la ola, estaba en el tejado del fotógrafo. No es fácil trasladar una idea de dos dimensiones a tres. Hay ajustar el ángulo de la cubierta doblada para que nada quede fuera de plano y conseguir que la sombra que proyecta tenga el tono y la densidad necesaria para aportar el esperado dramatismo. Al final todo salió bien, es decir, mal. La ola acabó con casi todo y el efecto final se acercó bastante a lo que queríamos. Lo imposible.
AGUA PARA ELEFANTES
Para hacer esta portada nos basamos en uno de los carteles oficiales de los Juegos Olímpicos MÉXICO 68, una joya del diseño gráfico del siglo XX.
Partiendo de ese estilo queríamos que la figura central, el elefante, estuviese rodeada de líneas paralelas que marcasen una fuente de agua que brota de la trompa. Un par de bocetos marcaban estilo y efecto. Luego había que ir al detalle del artesano. Fue bastante complicado vincular esas líneas a la cabecera (de hecho Raúl Arias, el autor de la portada, estuvo a punto de enloquecer ¿Verdad Raúl?). El resultado fue espectacular.
Partiendo de ese estilo queríamos que la figura central, el elefante, estuviese rodeada de líneas paralelas que marcasen una fuente de agua que brota de la trompa. Un par de bocetos marcaban estilo y efecto. Luego había que ir al detalle del artesano. Fue bastante complicado vincular esas líneas a la cabecera (de hecho Raúl Arias, el autor de la portada, estuvo a punto de enloquecer ¿Verdad Raúl?). El resultado fue espectacular.
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