Los alumnos de 4º de Periodismo de nuestra querida Facultad de Comunicación presentaron en la tarde de ayer el suplemento "Navarra en punto".
Después de algo más de dos meses de intenso trabajo, abanderado por las alumnas Marta Castillo y Ana Cabanillas en la parte editorial y por Ingrid Ribas en la visual, el resultado hay que calificarlo de excelente. Gracias al apoyo de Diario de Navarra, miles de ejemplares ya están en la calle. Un año más, este blog quiere destacar el buen hacer de quienes van a protagonizar el futuro de "esto" tan apasionante llamado periodismo. Es hora de desaparecer y de ver y disfrutar de un precioso paso de las horas por tierras navarras:
Después de algo más de dos meses de intenso trabajo, abanderado por las alumnas Marta Castillo y Ana Cabanillas en la parte editorial y por Ingrid Ribas en la visual, el resultado hay que calificarlo de excelente. Gracias al apoyo de Diario de Navarra, miles de ejemplares ya están en la calle. Un año más, este blog quiere destacar el buen hacer de quienes van a protagonizar el futuro de "esto" tan apasionante llamado periodismo. Es hora de desaparecer y de ver y disfrutar de un precioso paso de las horas por tierras navarras:
Todo lo han hecho los alumnos: planificación,redacción, diseño, publicidad... Todo lo bueno hay que ponerlo en su haber; si hay algún debe, a los profesores, que no habrán sabido orientarles mejor...
"Apadrinó" a los alumnos en la presentación el periodista y profesor Javier Marrodán. Su intervención, de las que vale la pena leer y releer:
"He tenido la suerte de asistir más o menos de cerca a la confección del suplemento. Y he tenido además la ventaja de poder leerlo con cierta calma esta mañana. Por eso, creo que tengo más motivos que nadie para felicitar muy sinceramente a los autores. Podría deciros que habéis trabajado mucho o que habéis elaborado un producto interesante o que habéis reunido un conjunto de buenas historias o que habéis logrado un periódico visualmente atractivo, y todo eso sería cierto. Pero es que hay más. Creo que habéis ejercido el periodismo de una manera emblemática. Y esto no es una exageración agradecida.
No sé si os suena Tomás Eloy Martínez. Fue un periodista y escritor argentino que nació en Tucumán en 1934 y murió en Buenos Aires hace apenas dos años. Tuvo una vida agitada e interesante que le llevó a varios países y a distintas publicaciones. Quizá su periódico de referencia fuese La Nación. Allí, desde 1996, tuvo una columna sindicada que se publicaba habitualmente en 200 periódicos, uno de ellos El País.
Pues bien, en octubre de 1997, con ocasión de la cumbre que la Sociedad Interamericana de Prensa celebró en Guadalajara (México), Tomás Eloy Martínez pronunció una conferencia sobre los retos del periodismo. Internet no estaba tan desarrollado como ahora –han pasado catorce años— pero se intuía cuál iba a ser la evolución de los periódicos y —consecuentemente— del oficio.
En aquella sesión, Tomás Eloy Martínez se dedicó a analizar la primera página del New York Times del 28 de septiembre anterior (estamos en 1997). “Cuatro de los seis artículos de la primera página —explicó a los responsables de las empresas de comunicación que le escuchaban— compartían un rasgo llamativo: cuando daban una noticia, los cuatro la contaban a través de la experiencia de un individuo en particular, un personaje paradigmático que reflejaba, por sí solo, todas las facetas de esa noticia”.
Uno de los artículos, por ejemplo, versaba sobre la situación del Congo después de la caída y la muerte de Mobutu. Empezaba de esta manera: “Cuando Frank Kumbu se levanta cada mañana y observa el mundo desde el modesto escalón de cemento que hay a la entrada de su casa, las imágenes de los chicos jugando en las calles enlodadas, del tránsito con sus estelas de humo, y el ruidoso desfile de soldados, mendigos y bohoneros, le recuerda cómo las cosas fueron durante, más o menos, los últimos veinte años”.
Otro artículo era sobre llamadas telefónicas gratis en Europa, estaba fechado en Viareggio, Italia, y estas eran sus primeras líneas: “Filippo Simonelli levanta el tubo de su teléfono, pulsa algunas teclas y una voz ladra en su oído: ¿Pizza recién hecha? Restaurante Buon Amico. Via dei Campi 24. No, no se trata de una llamada a una pizzería. Es parte de un curioso experimento que ofrece a ciertos europeos llamadas de teléfono gratis a cambio de que acepten oír propagandas comerciales”.
¿Qué mensaje pretendía transmitir Tomás Eloy Martínez con esos ejemplos? No es difícil imaginarlo: “Lo que buscaban aquellos artículos era que el lector identificara un destino ajeno con su propio destino. Que el lector se dijera: a mí también puede pasarme esto”. Y continuó: “Cuando leemos que hubo cien mil víctimas en un maremoto de Bangla Desh, el dato nos asombra pero no nos conmueve. Si leyéramos, en cambio, la tragedia de una mujer que ha quedado sola en el mundo después del maremoto y siguiéramos paso a paso la historia de sus pérdidas, sabríamos todo lo que hay que saber sobre ese maremoto y todo lo que hay que saber sobre el azar y sobre las desgracias involuntarias y repentinas. Hegel primero, y después Borges, escribieron que la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres. Esa es la gran lección que están aprendiendo los periódicos en este fin de siglo”.
Ahora ya hemos cambiado de siglo y la conclusión a la que llegará cualquier persona después de leer este suplemento que se presenta hoy será casi inevitable: al menos en Pamplona, en la Facultad de Comunicación, hay un grupo de estudiantes —de profesionales, en realidad— que tienen esa lección muy aprendida: “La suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres”. Esta máxima también es aplicable a la vida cotidiana, a la realidad aparentemente prosaica de cada día.
El primer gran reportaje se detiene en la factoría de Volkswagen, sin duda el principal polo de la industria navarra. Hoy mismo se han publicado algunas noticias inquietantes sobre la reducción de los contratos eventuales. El texto de Marta González recuerda que al acabar el año se habrán fabricado en Landaben 353.508 unidades del nuevo Polo. Pues bien, el texto empieza así: "Cada siete días, el despertador de Fernando Sánchez suena a una hora diferente. Algunos ocurre cuando reina la penumbra y nadie se ha preocupado de poner las calles en su sitio...".
El siguiente reportaje aborda la realidad escolar de Navarra. Como se recuerda en la cabecera del texto, una sexta parte de la población navarra carga todos los días con su mochila camino del colegio. Este es el primer párrafo del texto: "Son las ocho de la mañana. Las tazas y los platos se amontonan en la cocina y llegan los primeros gritos desde el pasillo de la casa. Abiertas las habitaciones, la estampida hacia la mesa es inevitable. El desayuno es el momento más caótico del día para los Gutiérrez Sádaba...".
Y así sucesivamente, cabría añadir. El mismo o parecido esquema se repite a lo largo de las 32 páginas del suplemento. Siempre hay un protagonista —o varios— con nombres y apellidos: un vendedor de sombreros, una oncóloga, tres parados, el alcalde de un pueblo minúsculo, un cocinero, varios jubilados, un pastor o una monja de clausura. Hasta hay una botella que cuenta su vida en las páginas 26 y 27, en un magnífico reportaje de Alba Díez de Ure.
Volviendo a la conferencia de Tomás Eloy Martínez sobre el futuro del periodismo, se descubre que hay un parentesco muy cercano entre los retos que él planteaba y las páginas de este suplemento.. Así concluía él: “La gran respuesta del periodismo escrito contemporáneo al desafío de los medios audiovisuales es descubrir, donde antes sólo había un hecho, al ser humano que está detrás de ese hecho, a la persona de carne hueso afectada por los vientos de la realidad”.
Como decía, pienso que este suplemento encarna ese planteamiento de una manera emblemática. Pero las historias no son únicamente una estrategia narrativa, una especie de marioneta que se agita para captar la atención del lector. De alguna manera, en esta facultad se enseña a desentrañar la realidad: a detectar las claves y los antecedentes de lo que ocurre, a reconstruir el rumbo de los acontecimientos, a interpretar lo que sucede, a relacionar unos hechos con otros. En ese empeño, los periodistas descubrimos casi siempre que la realidad es un ovillo muy enredado. Para deshacerlo, lo mejor es tirar de los hilos de las historias concretas. Y detrás de una buena historia, siempre hay una persona.
A propósito de la historias, suelo citar siempre que puedo una frase de Ben Bradlee, que fue el director de The Washington Post en los años legendarios del Watergate o los papeles del Pentágono, cuando la investigación concienzuda y rigurosa de un periódico aún podía cambiar el rumbo de la Historia. En sus bien surtidas memorias, Bradlee cuenta cómo encontró material para sus primeros reportajes en los pasillos del Juzgado, cómo se fraguó su amistad con John F. Kennedy o cómo años después dirigió el trabajo de Bob Woodward y Carl Bernstein. Toda su densa biografía periodística estuvo recorrida por una aspiración que él mismo resume en pocas palabras: “Nada se puede comparar con la vibración de una buena historia, toda tuya, avanzando despacio en su desarrollo, dejando lentamente su señal en la historia. Nada”.
4 comentarios:
Enhorabuena a todos, alumnos y profesores. Y muchas gracias, Javier Marrodán.
Bea
Enhorabuena. Buenas historias que mejoran con un gran diseño. Aquí hay presente y futuro.
Maravilla. ¿Está en PDF para descargar?
Excelente trabajo,buen diseño y original idea. ¡Se nota que hay talento¡. El futuro de la profesión parece que está en buenas manos.INMA AUDERA (p.80)
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