sábado, 5 de junio de 2010

Desembarco en la profesión (11)

Toni Coll, mítico director de Diari de Tarragona, es nuestro protagonista de hoy. Estaba predestinado a grandes cimas, pues comenzó su andadura profesional como redactor jefe...



Nunca había trabajado, ni en prácticas, en ningún periódico. Ni siquiera había terminado la carrera, cuando me nombraron redactor-jefe de uno que no había salido.

Esto necesita una explicación: mi padre, agricultor, iba a un dentista de Lleida. Un día, en el breve coloquio inicial —qué tal la familia, los hijos…—, salió a relucir que tenía uno que pronto acabaría Periodismo en la Universidad de Navarra. El dentista se interesó enseguida, le dijo que él formaba parte del consejo de administración de un periódico que nacería en verano con el título de Diario de Lérida y que buscaban alguien de Lleida con carrera (cosa que en 1966 no era nada habitual) para ofrecerle el puesto de redactor-jefe. Así que el dentista le arrancó la muela y mi padre le arrancó el empleo.

No quiero recordar cómo presumía yo antes mis compañeros de curso cuando les decía que no sólo tenía trabajo, sino que tenía cargo.

Por supuesto fui aprendiendo desde el primer día en aquel ambiente de una redacción de unos diez periodistas que hacíamos un periódico de 24 páginas sin lunes ni suplementos de nada. Cobraba 6.000 pesetas al mes y me sorprendía a mi mismo de que me pagaran por algo que hacía tan a gusto.

Muchos días esperaba que saliera el periódico para llevármelo bajo el brazo, y como esto ocurría hacia las cuatro de la madrugada y después íbamos a desayunar, llegaba a casa para dormir cuando el sol ya se alzaba por el horizonte. Un día me llegó el título de periodista y al siguiente me desapareció. Poco después lo recuperé. Me lo habían sustraído los trabajadores del taller para enmarcarlo y firmarlo por atrás. ¡Qué gran compañerismo había!

Un día, en ausencia del director, recibí la visita del Delegado de Sindicatos. Me esforcé en el protocolo. Le hice sentar y comenzó agradeciéndome que hubiéramos sacado una foto de su suegra y la correspondiente felicitación el día del cumpleaños. Le quité importancia asegurando que era un detalle que teníamos cada año en tales ocasiones. “Es justamente lo que yo quería decirle —me interrumpió— que no lo hagan más, porque ya hace tiempo que murió”.

Evito alargarme recordando el día que felicitamos a Franco con foto en portada confundiéndonos de san Francisco en el santoral. Nuestra competencia, La Mañana, que era del Movimiento, se preocupó mucho pensando que se le había pasado la fecha, pero después se estuvo riendo de nosotros. ¡Qué tiempos!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegro mucho de leer una entrada sobre el gran Antoni, excelente persona y periodista. ¡Enhorabuena!

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