Cubrir destacados acontecimientos deportivos. Escribir crónicas de partidos de fútbol o de baloncesto. Entrevistar a los jugadores. Viajar con ellos… Un sueño de la infancia que casi se cumplió en junio de 1987 cuando el periódico Marca me contrató como Ayudante de Redacción. O lo que es igual: redactor en prácticas. Atrás quedaba una carta de solicitud de prácticas que tramité en torno al mes de marzo. Después de dar la lata telefónicamente en varias ocasiones, me citaron en mayo para un examen. Cuando llegué a la Redacción del periódico, la primera sorpresa: pensé que era el elegido, cuando realmente era uno más de muchos.
Tras una selección previa, nos habían dividido en varios grupos y pasamos dos pruebas: un test con unas cien preguntas muy muy variadas del panorama polideportivo nacional y provincial, más una entrevista con José Ángel Iríbar, o mejor dicho, con un periodista del propio medio que se hacía pasar por el portero vasco y de la selección española de fútbol. Aquí llegó el segundo batacazo: estaba convencido de que era un sabio del deporte; sin embargo, otros jovencitos, incluso mujeres, conocían más que un servidor. Así comenzó una gratificante experiencia en donde siempre conté con el apoyo y los consejos de Alejandro Sopeña, en aquel entonces redactor jefe de Marca. Gracias a su amparo, logré pasar la criba y aprender del periodismo y, más aún, de la vida.
Estaba deseando llegar a la Redacción para disfrutar de las noticias deportivas, de los comentarios de mis compañeros, de las anécdotas que contaban sobre los deportistas de élite, para descubrir que no todos los que allí trabajan eran del Real Madrid, como así parecía, sino al contrario: Barcelona, Atlético de Madrid, Sporting de Gijón… Había de todo.
Mi primera entrevista en profundidad fue a Laura Muñoz, cinco veces campeona de España de Gimnasia Artística, la primera española en conseguir un 10 en una competición oficial y por entonces una adolescente de musculatura asombrosa. El encuentro fue en su domicilio, con sus padres y su perrita, de nombre vasco, como testigos. Antes de publicarla, primero tuve que pasar por desagradable experiencia de ver cómo el redactor jefe rompía delante de mí el original que le había entregado: no le gustaba. A la segunda fue la vencida.
Luego, entre ampliar teletipos de dos párrafos y resumir documentos de folios en una nota breve, buscar fotografías en el archivo y observar lo que hacían los maestros, llegaron días vibrantes. Por ejemplo, cuando tocaba cubrir los entrenamientos del equipo de baloncesto más laureado de España, el Real Madrid, con Lolo Sainz, Fernando Martín, Corbalán, López Iturriaga, Biriukov… Una gozada. Verlos y conversar con ellos. O como mi primera vuelta ciclista… a Madrid. Era una de las llamadas “clásicas”, de una etapa. Aunque sirvió para sentir en primera persona la temeraria velocidad a la que bajan un puerto los ciclistas (eso sí, los periodistas en coche, claro) o para ver cómo eran las sencillísimas pancartas que se colocaban en el recorrido, sujetas con cuerdas por unos voluntarios, así como sentir en vivo la parafernalia publicitaria que rodea a este deporte. Sobre todo al llegar a meta. Y luego, sin tiempo para disfrutar de la gloria ni de los refrescos, las prisas: regresar corriendo a la Redacción, escribirlo más rápido aún, pasarlo al visto bueno del jefe de Sección, introducir sus correcciones y adelante. Por cierto, el primer sueldo fue de unas 30.000 pesetas. Me supo a gloria.
PD: Adjunto tres fotografías: entrevistando a Emilio Butragueño y Jorge Valdano, entonces jugadores de fútbol del Real Madrid, en los vestuarios del estadio Sadar de Pamplona después de un partido frente a Osasuna, con Jorge Valdano, y al que fuera presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza.
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